sábado, 27 de septiembre de 2008

Réquiem por la paz

El Ángel de la Independencia está llorando, lágrimas de sangre, que llegan a las montañas, a los valles y hasta el mar.
En su fecha conmemorativa;
la paz ha muerto.
Septiembre era memorable; ahora será inolvidable.
Los límites de la convivencia pacífica fueron bombardeados. Destruidos, rotos.
La sociedad civil fue agredida, sin tener quien la defienda.
El humanismo en México está de luto, está conmocionado; seres humanos indefensos y pacíficos, fueron muertos y ultrajados.
Humanamente, pensando y compartiendo el dolor de las familias afectadas, es muy grave lo sucedido en Michoacán, en la ciudad _ homenaje de Morelos; Morelia, la noche del 15 de septiembre.
Justamente ése es el escenario que no queremos para México, donde amamos la vida sin cortapisas, sin broncas, sin reversas.
Los mexicanos amamos la vida y la festejamos en cada pueblo, en cada etnia y en cada expresión del mestizaje que nos parió.
Amar la vida es parte de nuestra carga genética.
Amamos tanto la vida que hacemos bromas y parodias acerca de la muerte.
En cada fiesta, bailongo, pachanga y reventón, estamos festejando la maravillosa oportunidad de estar con vida. Por eso la salud es prioridad nacional.
Por eso duelen tanto nuestros muertos, porque quisiéramos que cada familiar viviera por siempre, biológicamente hablando.
Por eso estamos tristes y lloramos en un coro infinito; por angustia y sueños quebrantados.
El Ángel de la Independencia, encabeza el coro de las voces que claman paz y justicia.
No queremos este escenario para México y su sociedad.
No son las circunstancias en las que esperamos ver prosperar las comunidades del siglo XXI.
Lo sucedido no es humano, porque lesiona a la humanidad cobijada bajo nuestro lábaro patrio.
Una súplica dejo en las manos de los tres órdenes de gobierno; construyamos un México de paz, donde se apoye y respete la vida, en los hechos.
Construyamos unidos, el mejor escenario posible para el desarrollo armónico e integral de la sociedad del siglo que empieza.
Pongamos al pueblo, detentador de la soberanía nacional, en el primer lugar de las prioridades nacionales. El pueblo es primero, siempre, irreductiblemente. Sin gente no hay patria, no hay progreso posible, no hay evolución de las conciencias.
Para éste pueblo necesitamos, nación , estado, y condiciones aptas para la vida y su desarrollo.
Lo que mata cancela todos los proyectos posibles, no hay opciones, sólo la extinción social.
Sólo lo que apoya la vida es sustentable.
Apoyemos sin límites la vida, ése es el verdadero tesoro.
Con tristeza y preocupación, envío saludos a los millones de lectores de Humanismo 21 y recodemos juntos, que lo mas oscuro de la noche, es precisamente antes de amanecer.

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